lunes, 21 de marzo de 2011

Monográfico de ensayo

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Este monográfico lleva la firma personal de su autor. Mi humilde punto de vista plasmando el tema del que vamos a hablar.


Bonita tarde de Sábado la que pudimos disfrutar el pasado dia 19 de Marzo. A las 5 de la tarde se abrían las puertas de la casa hermandad dejando paso a la cuadrilla que llegó motivada. Un par de hermanos más que amigos, no quisieron perderse el jaleo y vinieron costal y faja bajo el brazo, a pegarle un tientecillo al ensayo, y dejarse llevar por el espíritu de arte y sentimiento que se derrochó durante algo más de dos horas.





Cabe diferenciar tres etapas diferentes que pueden dividir perfectamente el ensayo.




La primera hora y media fue un disfrute continuo. Sin perder el orden y la responsabilidad de hacer el trabajo en condiciones, mi persona no dejó de animar, soltar vítores y palabras de apoyo a todos cuantos me rodeaban. Llamadme pesado, pero me salía de dentro. Las marchas nos pedían cambios y nosotros no somos nadie para negarselo. Incluso empezamos  a practicar los recursos que más nos gustan. Fueron momentos que le ponen a uno los vellos de punta. Aquí mi querido capataz ya llevaba la voz rasgada de un pescadero pregonero de tanto animar y mandarnos coraje, la cosa iba viento en popa.

 


 

Aproximadamente a la mitad del ensayo el paso ya estaba bastante más asentado y lo único para lo que me quedaba atención era para no perder las ganas de seguir adelante. Buenos kilos cayendo a pares.

En la cigarrá, un trago de agua rápido, porque el Lorenzo no perdonaba y arropaba dando calor. Se te agradece artista, pero guardate algo para Enero que luego pasa lo que pasa. Sea como sea, toda la vida de Dios se ha dicho que a costal sudao, cielo ganao. Por falta de ganas que no sea.

Pasado el calor, volvemos al trabajo y nos centramos en coger kilos que ahí estamos para hacer morrillo. Todo sea por ir un poco mas aliviado en la Semana Grande. Con el  izquierdo por delante el avance es imparable y sólo un costalero sabe realmente como se sufre una alcantarilla, un desnivel o una simple losa que falta.






La vuelta hacia el encierro ya fue de otra manera. sin soltar el paso firme, hicimos nuestra la cuesta de la calle Monterejas. Al ver la luz del sol una vez fuera, mis primeras palabras fuera se referían a lo que había disfrutado de principio a fin. ¡No hay calles malas para los pies del buen costalero!




Rematar el ensayo con un segundo tiempo fresquito fue la guinda del pastel.



Jose Ruiz para Arte Costalero


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